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miércoles, 30 de enero de 2008

VENEZUELA : TAMBORES DE GUERRA

Y no precisamente de una guerra espiritual, como canta un popular salmo cristiano: esta situación se veía venir desde que Hugo Chávez decidió invertir sus petrodólarers en el equipamiento sofisticado de sus fuerzas armadas. Helicópteros de última tecnología rusa y armas de largo alcance no es algo que se pueda pasar por alto, sobretodo cuando Venezuela ni está en conflictos militares ni tiene enemigos. Tampoco se puede aducir, para justificar semejante carrera armamentista sin precedentes en el país vecino, que desde Colombia se esté planeando una agresión militar orquestada por Estados Unidos, como en repetidas ocasiones ante los micrófonos de Aló presidente Hugo Chávez lo ha denunciado. Esto huele mal y los nubarrones en el horizonte, a medida que pasan los días y mientras vienen y van declaraciones, se ciernen sobre las buenas relaciones que deben primar sobre dos repúblicas hermanas cuyo común denominador es la gloria de las gestas emancipadoras.
El meollo de las tensiones consiste en la abismal diferencia militar que tenemos con respecto a Venezuela: mientras nuestros soldados se han dirigido a contraarrestar la ofensiva guerrillera y a no conocer de la guerra más que el constante acoso de las emboscadas y las escaramuzas del monte, el ejército venezolano está preparado para afrontar un conflicto de grandes magnitudes gracias a la desproporcionada maquinaria bélica que el coronel Chávez en los últimos años con esmero se ha dedicado a aceitar atendiendo los insaciables requerimientos que su ambición personal le impondría, llegado el caso. Uribe no estaba tan errado cuando en la diplomacia de micrófono insinuó un proyecto expansionista de su homólogo venezolano: como los dictadores de antaño y emulando el gesto del libertador, Hugo Chávez pretende fundar en estos principios de siglo el primer imperio de los tiempos modernos como se hacía a la antigua: a sangre y fuego.
Por eso preocupa la vecindad de Chávez: por la teoría del "ataque preventivo que, sin claramente enunciarla, en estos días se esfuerza por justificar. Lo hemos visto denunciar ante las cámaras que, desde Colombia, Estados Unidos amenaza su revolución bolivariana y desde Colombia los girngos estarían planeando su caída. Y entre declaración y declaración es inevitable el dislate de la guerra: una actitud semejante la vimos años atrás cuando Bush buscaba el asentimiento internacional para invadir Irak y apoderarse de su riqueza petrolera esgrimiendo demagógicamente argumentos de libertad y democracia. Y ya sabemos, hoy por hoy, en qué ha terminado Irak: en una interminable secesión de una dictadura a una no menos azarosa democracia en pañales. Es fácil en el contexto internacional justificar una agresión militar arguyendo un ataque preventivo y esa facilidad es la que nos eriza la piel. Esa teoría, dee la cual el país del norte ha sido su principal adepto y su más elocuente apóstol, nos tiene ad portas de una confrontación que ni colombianos ni venezolanos queremos realmente. La posibilidad de pasar de un ataque preventivo a una guerra total es alta: sólo se necesita más leña para que arda la hoguera. Y leña es lo que hay. Hgo Chávez raya en la paranoia cuando ve en todas partes conspiradores y opositores; bien definió su actitud el presidente Uribe en la única declaración que ha hecho sin intermediarios para defenderse de sus injurias: incendia el continente con su lengua.
Gabo hace decir al fiel sirviente de Simón Bolívar en El general en su laberinto: ·Lo que mi señor piensa, solo mi señor lo sabe". Lo que Chávez esté planeando (si acaso tiene un plan que trascienda sus fronteras políticas) sólo queda reducido a la intimidad de su gabinete y de ello sólo nos cabe conjeturar con mayor o menor zozobra. Quizá este artículo sea meramente especulativo y todo lo aquí escrito tenga acertadamente por depositario el bote de la basura; quizá Hugo Chávez no tenga un proyecto expansionista ni Colombia esté en la mirilla de su rifle. Quizá, asímismo, la posibilidad de un ataque preventivo ronde mi cabeza sin ton ni son y nunca se realice. Pero si tengo razón ( y habrá que rogar para que así no sea) quizá debamos, como está escrito, preocuparnos por nuestra salvación reverencialmente con temor y temblor...