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domingo, 29 de mayo de 2011

¿QUIEN ESCRIBE PENSANDO EN DINERO? (VI)

EL CASO DEL CRITICO

El crítico literario es, por excelencia, el inquisidor al cual se intenta conquistar con los papeles o se está obligado a resistir con los argumentos. De principio ostenta el criterio de verdad: lo que afirme es dogma. Se sienta como Torquemada en su trono y despotrica a su placer de cuanto libro no lo haya agradado. "Está mal escrito" o "es parafernalia". De su pluma, como la serpiente bíblica,no sale sino escupitajos ponzoñosos. Rara vez celebra, aunque no pocas veces adula. "Lo que no puedes superar, por lo alto, entonces debes nivelarlo, por lo bajo" ese es su evangelio. Buscan agresivos entre las librerías aquellas novedades editoriales que a su parecer sirvan para alimentar las llamas del escarnio público. Y encuentran algo. Desdichados aquellos que se vean abrasados por el furor de su pluma: difícilmente tendrán otra oportunidad.

José Ingenieros es autoridad para hablar sobre críticos. Los llama "criticastros" y los compara con aquel adolescente que, ante la impotencia de alcanzar la estrella, se resigna a lanzarle piedras. Crítica. ¿Acaso existe? ¿Quién les dió sus atribuciones ministeriales? Los artistas apenas la aceptan por considerarla inoportuna. Toda crítica a destiempo, incluso cuando no se entiende el sentido de la obra, causa risa. Pero volvamos a Las letras. Crítica literaria ¿Qué es eso? A mi criterio, sólo un escritor puede hablar con crédito de la obra de otro porque, al decir de Savater, "sólo se habla -sobretodo se discute- entre iguales". ¿Puedes hacerla mejor? Adelante. Si no, ¿por qué me criticas? Atender sus reclamos es otorgarles la importancia que no se merecen. Muchos de los críticos actuales no son más que manos estériles que se dedican a arañar la obra ajena buscando con sus huecas invectivas alguna aceptación en el medio. Crítica literaria y dinero: págame y desprestigiaré con gratilocuencia lo que me indiques. O ensalzaré lo que gustes. No importa: es sólo dinero. Deben su sitial a quienes los leen y los siguen. Alguien habló de literatura de salas de espera. Los libros de moda son los que adornan las mesas de centro, lo que no quiere decir que se lean. Las ventas editoriales -lo repito- rara vez son consonantes con la calidad de una obra.

Para quienes se deciden por Las letras, la opinión del crítico debería estar de más. El mundo literario, como cualquier otro medio, está plagado de estos pavos reales que sólo saben elogiar o reprobar al tintín de las monedas. Son los saduceos de las artes, y conviene poner cierta distancia entre ellos y nosotros si no se quiere ser crucificado desde sus escritorios. No se ganan con talento; simplemente se compran. Y su dinero, como el pagado a Judas, no se debe aceptar en el templo de la musa porque está manchado de pecado. Sin embargo, tienen su lado positivo: llaman la atención. Ser criticado, como ser pirateado, es buen síntoma. Víctor López Rache, en un escrito que aún no ha sido lo suficientemente valorado, escribe: "La necesidad o la abundancia le impone a los artistas condiciones imposibles de eludir. Las apuestas pragmáticas, la riqueza y la fama han llevado tantos talentos a la desolación estética como la cárcel, la locura y la miseria". Condiciones imposibles de eludir. Si se pudiera vivir sin dinero, ¿el arte sería viable? Y si fuera viable, ¿tendría la misma fascinación?...