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miércoles, 7 de julio de 2010

¿QUIEN ESCRIBE PENSANDO EN DINERO? (IV)

EL CASO DEL PASTOR

Se predica por Dios o por las riquezas: no se puede servir a dos señores.

Sin prestar atención a los prejuicios tejidos a su alrededor, considero al ministerio evangélico el oficio más delicado y más serio. Delicado, porque se habla en nombre de Dios; y serio, porque tal palabra, como la divinidad, es definitiva. Es la palabra de Dios en boca de un hombre. Sin embargo, no ignoro lo que tales ministros han logrado especialmente en los últimos años: basta con pasar un domingo al mediodía por la 68 o por el Campín.

En esencia el oficio del pastor, como el del sacerdote, debe ejercerse por vocación: de otro modo, el peso que conlleva la obligación abrumaría a cualquier profano. Hay que nacer para eso. Es un llamado. De igual forma, no es directamente proporcional el éxito en el oficio con la prosperidad material. Este punto es más difícil de precisar, sobretodo para un hombre falto de fe. Para la cuestión que nos interesa (y no ahondar en circunloquios teológicos) el oficio del escritor se ejerce por vocación y es difícil decir si el éxito con la pluma es medible por las ventas de una obra aunque pudiera ser buena señal, incluso para tal artista. Si ese fuera el caso, si el escritor exitoso se midiera por ventas, entonces Harry Potter sería la mejor saga jamás escrita y su autora incontrovertible merecedora del Nobel. ¿Por qué no? Asímismo, los reportajes empastados por las editoriales sobre el secuestro, los narcos o cosas así que todo el mundo compra porque están de moda y adornan las mesas de centro de las salas, sería literatura. Y no es así. O, por lo menos, no es la literatura que yo busco o aspiro a leer. Ni la que deseo escribir, así obtuviera interesantes dividendos de ella. Este es el punto: se escribe por el arte o por las riquezas. A veces van juntas, a veces no. Dichoso el que así las halle, pero ¿desdichado será quien se encuentre al otro lado del igual? ¿Seremos menos escritores por no lograr dinero por la pluma o no encontrar quien nos publique? Esa es la pregunta pertinente a los inicios: de la respuesta depende un destino literario. Como el ministerio, el arte a su modo es primero una escuela de carácter antes que un medio para vivir. Así lo entiendo yo, y no podría explicármelo de otro modo. Como moisés, hay que golpear la roca para que broten las aguas amargas del Mériba.

L'art pour l'art ¿Recuerdan? ¿Cuándo dejó de ser esa sencilla premisa, premisa que fundó una escuela, su evangelio? Hay que escuchar a los grandes maestros: en sus inicios el dinero era la menor de sus preocupaciones. Como los pastores evangélicos (o por lo menos los que yo en alguna ocasión tuve la oportunidad de conocer) que iban por las casas hablando de Cristo sin recibir nada a cambio y que, pasado el tiempo y luego de mucho predicar, fueron llenando auditorios y convocando masas alrededor del mensaje cristiano, los escritores que yo admiro comenzaron escribiendo sin esperar nada a cambio y fue su talento el que les dio la guirnalda de la fama y el dinero. Pero fue una cosa y después la otra. Primero es dedicarse a un oficio y a otra actividad paralela para ganarse el pan. Y después dedicarse al oficio de tiempo completo porque eso le da para sustentarse sin pasar necesidades. Escritor de tiempo completo: esa es mi personal aspiración. Pero se logra por esa vía o por ninguna otra. Y es aquí donde ocurre la ambiguedad: así como hay pastores verdaderos, también hay falsos profetas con poder de convocatoria y escritores auténticos junto con escribidores que logran posicionar un libro mediocre en el primer lugar de las listas. ¿Cómo diferenciar uno del otro?

Escribir esta serie de artículos ha sido una tarea reconfortante: se desprende uno de muchas cosas y se despacha de otras. A decir verdad, pude haber dado mi veredicto desde el primero, pero quedarían muchas cosas pendientes, volando por ahí. Si hay quienes los lean (aunque no los comenten) llegarán a esa conclusión. Como lo escribió García Morente, lo interesante no es el final del camino, sino el camino en sí, el haberlo recorrido. De la misma opinión es Cavafis, aunque de un modo más poético, más grandioso. Ya me voy acercando al punto: dónde se reivindica literatura y dinero. Pero lo que antes era una serie de cuatro o cinco entregas, se me ha convertido en un itinerario que me tomará casi hasta final de año. Espero llevarlo a felíz término, como debe ser. De antemano les pido paciencia: paradójicamente, escribir no es algo en lo que tenga facilidad y los que han escrito relatos de gran envergadura saben que raras veces lo planeado coincide con el trabajo.

Igual ocurre en este caso.