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viernes, 5 de septiembre de 2008

PALABRAS A MI GENERACION (III)

Desde luego, me refiero a una cara de la moneda.
Para hacer justicia hay que mirar la otra, que no es más alentadora. Si en los estratos bajos la preocupación se reduce al papel moneda, en los estratos altos se dirige a las comidillas propias de la cotidianidad. Si un joven de mi edad en este lado del precipicio sólo se inquieta por asegurarse los medios de subsistencia y recabar como pueda alguna comodidad, los del otro lado miran cuestiones más personales. Las preocupaciones en este lado de la escala son materiales, mientras alla son existenciales.
Pero no hay que hacer distinción entre los términos de la ecuación porque, como se verá, son equívocos. Atienden el mismo principio: es imposible vivir sin un sentimiento de carencia. ¿Quiero decir con esto que las suyas son preocupaciones más nobles y las de acá no lo son? Incluso, ¿hay nobleza en una y otra? Preferiría decir que sí; preferiría, en este punto, el optimismo de la afirmación, pero observando una y otra mi examen no es esperanzador. Las gentes de mejor laya aunque se vistan con marcas, coman bien y visiten los sitios que aquí sólo se ven por fotografía, no son mejores. Se trata del escenario donde transcurren las acciones: el decorado y la elegancia no revisten más pudorosamente un drama que todos padecen por igual. ¿Cuál es su preocupación? No tener los cinco centavos para el peso. Lo tienen todo y sin embargo les falta algo. Y ese algo les amarga la vida. Carecen de aquello que el dinero no puede comprar: el instinto de compleción está lejos de ellos. El apetito por el dinero les enseña a desear más y todo su mundo es un deseo insatisfecho. Tras la fachada de una mansión ostentosa se esconde la misma miserableza espiritual con que una teja de zinc cubre los arrabales. Quieren a tal mujer, tal triunfo, tal victoria, pero no consiguen obtenerla. Y se enfrascan en una batalla interior por lo inasible. Como los perros, se empeñan en perseguir su cola sin lograr salir del círculo. Son, para usar un eufemismo, niños malcriados por el dinero de sus padres. Quieren algo y al minuto siguiente ya no. O si lo obtienen, lo desechan porque se esfumó su deseo. Almas mórbidas, en el mejor de los casos. Por eso el arte no es fecundo en las cunas adineradas: es una escuela de humildad. Y como no pueden producirlo, lo compran. Por eso el arte florece en el mecenazgo. Su existencia transcurre sin mayores contratiempos. Y como es tan fácil, tan holgada, se vuelve insípida, falta de emoción, terriblemente aburrida. Entonces se ven obligados a fabricarse demonios domésticos. Drogas, alcohol, anfetaminas, rumbas día y noche, piques clandestinos en La Calera, cosas así. La pregunta de nuevo surge: ¿cabe esperarse algo de quien la mayor parte del día se encuentra en alucinados viajes? Claro, no son todos, pero las excepciones, como en este lado de la escala, no constituyen la regla.
No importa de dónde provenga ni su origen: de uno y otro lado, el problema es el mismo. Lo importante es adónde nos lleve una preocupación. Se puede vivir instalado sufriendo los reveses que acontecen a todos, o se puede abrazar una preocupación auténtica, que toque la vida. Las demás son simples distractores que atormentan una conciencia enferma de actualidad. Cuestionarse a uno mismo, llegar hasta las últimas consecuencias de ese autoexamen: tal debería ser el derrotero. No quedarse en la superficie, no arañar la epidermis, no pasar inadvertido en un mundo que demanda originalidad. Por un momento posarse en sí mismo y verlo todo desde la óptica de la eternidad, con ojos de dioses. Es el reclamo que hago a mi generación petímetre: siglos de evolución no pueden desembocar en el simio parlante que además viste y calza bien. Debe haber algo más que la tan propalada lucha de clases, un estado de conciliación, de armisticio.
Y quizá esté pidiendo demasiado. Quizá llegué a destiempo o son anacrónicas mis palabras. Quizá esté arremetiendo contra molinos de viento... es baladí. De ser así, no hay esperanza para el futuro de Colombia y las cosas seguirán como hasta hoy han sido: los pobres seguirán siendo más pobres, los ricos cada vez más ricos (y eso ya lo demostraron los balances bancarios del año pasado) hasta que una revolución a sangre y fuego como fuerza histórica incontenible dirima entre bandos contrarios. Jóvenes de uno y otro estrato seguirán engendrando otros que continuarán sus destinos dictados desde la cuna sin remisión...

3 comentarios:

" Til " dijo...

Nuevamente leyendote, vas a mi listados de blogs que sigo.
Besos

Til dijo...

Quiero presentarte un nuevo blog.
Espero que guste.

Besos

Anónimo dijo...

Me gusta.