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viernes, 27 de junio de 2008

ESCRITOS PROHIBIDOS (VII)

Después de mucho pensarlo, he concluido que todo "te quiero" es esencialmente verdadero. Lo es en la juventud, por cuanto es en esa edad donde todavía no se sabe lo que es vivir. Y en la adultez, por cuanto todos los fantasmas se hacen terriblemente reales. Te quiero, pero no te amo: he ahí la cuestión de su validez. La gente quiere por diversos motivos: porque su soledad es patética, porque le interesó algún atributo del otro o simplemente porque el día amaneció soleado y se siente en sazón para tales menesteres. Pero el amor es distinto y todos lo saben. Si entendieran esta verdad, la vida sería más sencilla. Más ligera y sin complicaciones. Así se fundan muchos matrimonios. El amor dejó de ser esa ración apetecida y prontamente la zorra abandonó su ambición para atender frutos más alcanzables, más terrenales. Paulatinamente, las cosas más deseables se van abaratando; no es de extrañar que el amor esté entre ellas. Es fácil decir "te quiero": en esa frase no hay compromiso, no define nada y es más digerible. Todos quedan bien, cuando no hay seguridad en los sentimientos. La frase amerita discusión, acaso también permita conciliarse. Pero el amor es distinto: consiste en un categórico sí o no. Un "te quiero" no exige de nosotros ninguna afirmación, tal vez por eso todos concuerden en su autenticidad.
Hablemos sin reticencias: para una mujer el hombre diez es aquel que la ama. Es así, simplemente. Su mayor preocupación es encontrar esa perla de gran precio. Lo demás es reparable: si hay amor todo lo soportan y todo lo toleran. No ocurre igual con los hombres, o por lo menos con los que conozco. Les importa encontrar una compañera que pueda sobrellevar la vastedad de sus defectos temperamentales. Esa es su busca. Piensa en hijos, hogar, rutina, pasar los días teniendo a quién dirigirse cuando las cosas vayan mal. Por eso el amor debería ser femenino como el querer es masculino. Cuando el reloj de la vida dicta su sentencia lapidaria no vale la pena hablar en metáforas. Hay que hacerlo descarnadamente, llamar a las cosas como son: todas las uniones son temporales como son transigibles los sentimientos. Un cuerpo femenino ahuyenta el terror a la soledad, así sea a costa de aguantarlo. Se vale querer cuando la vida está fastidiada y se camina entre escombros, entre hombres que semejan árboles. Henry Miller: "Todo se soporta -ignominia, humillación, pobreza, guerra, crimen- gracias al convencimiento de que de la noche a la mañana algo ocurrirá, un milagro que vuelva la vida tolerable" El reclusorio que consiste una habitación donde se alojan hijos y mujer debe su encanto a esa nefanda esperanza que reconforta a los obreros y hasta los hace sonreir. El querer tiene esa propiedad, pero no el amor.
Finalmente, el querer resiste a la prueba del tiempo: mientras los amantes ven menguar la llama de su pasión hasta el aburrimiento de la vida en común, los que simplemente quieren tienen la posibilidad de llegar al amor con el correr de los días. Con el tiempo y los pequeños detalles se aprende a descubrir al otro deseando lo que no se ve, eso que llaman belleza interior. Y el amor consiste en entrañas, en tuétanos, en la contemplación sin horror de la parte fea de cada cual y aceptarla. Ese milagro lo obran los años. Es un camino inverso: se parte de lo menos para llegar a lo más. El amor calcina: de ahí que sea perenne para la literatura y motivo sustancial del arte. En cambio, el querer reconforta con su tibieza...

2 comentarios:

" Til " dijo...

Totalmente de acuerdo... que palabras increibles y tan ciertas, un gusto pasar por este blog... lo seguiré haciendo!
Un beso y gracias por el comentario

paloma dijo...

me encanto el uso que haces del buen vocabulario para explicar lo que sale a borbotones de tu cabeza ...me gusto!!!!