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jueves, 17 de junio de 2010

¿QUIEN ESCRIBE PENSANDO EN DINERO? (I)

MEDITACIONES ALREDEDOR DE UNA PREGUNTA CAPCIOSA
Hace unas noches, en el calor del Primer Encuentro Distrital de Literatura, lancé una pregunta que resultó ser -en palabras familiares- un detonante. En ese contexto, la respuesta era de esperarse. Tan sólo mentarla era una perogrullada. "¡Vaya pregunta!" pensarían muchos tratando de contener la carcajada. El murmullo que recorrió la sala confirmó la tentativa. Pero esa reacción y la respuesta que la siguió es lo que inicia esta serie de artículos porque una pregunta no es importante por lograr responderla sino por formularla de la manera correcta. La pregunta había que hacerla, precisamente porque comporta un antes y un después en aquel interesado en las Letras. Es ese tipo de preguntas que definen una trayectoria, un camino. Y responderla no es deber de una asamblea, sino de un individuo. Por eso hay que tomarse un tiempo para pensarla y otro para abarcarla. Para finalmente sugerir una respuesta. Tal respuesta es para mí y desde el instante en que yo la conteste será el faro de mis próximas exploraciones; la estrella rectora que, como los sabios de Oriente, me lleven a la cuna menesterosa del Rey de Reyes. Como era de esperarse, la pregunta tuvo, por economía de los tiempos, respuesta oportuna, y cada uno de los panelistas sustentó convincentemente su afirmación. Sustento basado en su trabajo como escritor. Pero, a su pesar, pasaron por alto un detalle: la pregunta no estaba dirigida tanto al panel como al auditorio; no estaba tanto para ser discutida por los panelistas como para ser propalada entre el auditorio. Y esa perspicacia, a mi juicio, es lo que suscitó el perogrullo. Y, por tanto, el consecuente murmullo que acompañó la respuesta.
Como decía, los panelistas sustentaron su afirmación. Su credibilidad no está en lo que de sí mismos puedan decir sino en su trayectoria como literatos y los premios y honorarios ganados por su pluma. Pero ellos son un después de, es decir, constituyen un futuro labrado en gran medida en un antes de, cuando nadie habría apostado un céntimo por su talento. Y es esa confusión de los tiempos lo que hace capciosa la pregunta, porque nadie en su sano juicio (salvo que sea un genio) puede decir que va a conseguir dinero inmediato por sus primeros tanteos gramaticales. Y esos son casos excepcionales y fugaces, como Louis Ferdinand Céline con su "Viaje al final de la noche" o Alberto Moravia con "Los indiferentes". Para alguien que en efecto se le pague por escribir, la pregunta tiene una respuesta inmediata, simultánea al respiro o al latido del corazón; un escritor profesional tiene derecho a su paga, pero -y es otro cariz que la pregunta provoca y está sujeto a polémica- la literatura no es una profesión.
La gran ventaja de las regiones artísticas es que yo, frente a una misma cosa, puedo decir sí o no y justificar ambas alternativas con argumentos suficientes. Para hacer justicia a una y otra postura presentaré diversos casos donde el dinero está íntimamente integrado a la pluma y otros donde sencillamente la ausencia del mismo es la regla. Y debe ser así para no caer en el error de la primera ojeada. No hay que arañar la epidermis. Si la literatura es -a mi parecer- un arte, el artista de la pluma, por responsabilidad consigo mismo, debe pararse frente a todos los escenarios posibles y decidir aquí y ahora en cuál se sentirá mejor, sin abjurar de su arte, dondequiera que lo lleve. Y para llevar a cabo tal juicio debe ser lo más sincero posible, y la primera sinceridad que nos presenta la musa es ésta: pensar ni consuela ni hace feliz. ¿Cuál es la prueba? De cada cien aspirantes a literatos, uno logra salir de la cloaca anónima y presentar una obra apenas digerible. Lo que me interesa en el transcurso de estos artículos no es él, sino los noventa y nueve restantes que no lograron matar al león, escribir aquella obra reveladora. Y de fracasos y decepciones, precisamente, es que se nutre el arte. William Ospina dice que la historia se interesa por los ganadores y el arte por los perdedores. Finalmente la profundidad de la pregunta consiste en interrogar a cada uno en qué lugar se sentirá quizá no feliz, sino menos miserable.

1 comentario:

Gabriel Rodríguez-Páez dijo...

Volví.
Estos artículos son una serie destinada a la Red Nacional de Talleres de Escritura Creativa RENATA que decidí continuar en mi blog personal. Como verán hace casi año y medio no publicaba en él. Mis escasos seguidores sabrán entender: deseo archivar en un solo lugar lo que publique en la red. Y los Talleres es una excelente excusa para continuar con un proyecto que me satisfizó hace mucho y ahora estoy agradado en continuar.